domingo, 27 de abril de 2008

Teoría del conocimiento

Soy un ignaro, vivo en un continuo sinsaber, que es una palabra que me invento a causa de mi ignorancia supina, aunque podría decir que es una licencia poética, que es una palabra que me invento porque soy un tipo ingenioso y tenía en mente la palabra "sinsabor" y el concepto de vivir sin tener conocimiento de las cosas, que también es triste como un sinsabor. El resultado es un "sinsaber", claro está, el pesar de no entender el mundo. Pero no digo nada de esto porque lo ignoro todo y si lo dijera estaría negando mi desconocimiento.

lunes, 21 de abril de 2008

Extranjero

Soy un extranjero en Odessa, en esta ciudad a orillas del Mar Negro, que no es negro, sino azul, como Groenlandia, que no es verde, sino blanca. Todo es propaganda, que decía mi anciano profesor de literatura cuando nos hablaba de poesía. Propaganda también era lo que le gustaba a Joseph Goebbels, cojo y nazi, nazi como la organización Odessa, que se llamaba como esta ciudad en la que soy extranjero no porque estuviera formada por nazis ucranianos, sino porque era una forma, un tanto burda, de enmascarar las siglas de la SS. Odessa, que se dedicaba a sacar nazis de Alemania y llevarlos, sobre todo, a Sudamérica, donde eran extranjeros para siempre, como yo en esta ciudad ucraniana. Bueno, creo que lo estoy complicando todo demasiado, puedo resumirlo diciendo que soy un extranjero en esta ciudad y no tengo ninguna organización, nazi o no, que me saque de aquí.

domingo, 6 de abril de 2008

Debilidad

"Qué bonito es el Atlántico, ¿verdad?", dijo ella. Yo pensé en decirle que eso que miraba era el Mediterráneo, pero era tan hermosa que me pareció un crimen perderla por una cuestión geográfica. Contesté que sí.

martes, 1 de abril de 2008

Sueño

Anoche tuve el siguiente sueño: estaba frente a un espejo, mirándome como un narcisista, y, al tocarme el pelo, éste encaneció como si hubieran pasado cuarenta años en un par de segundos. Me fijé en que también tenía la cara arrugada y destacaban en ella mis ojos tremendamente abiertos por el espanto. Volví a tocarme el pelo, por si podía revertir el hechizo, y efectivamente así fue, pues cayó todo el pelo blanco al suelo y debajo seguía teniendo mi cabellera morena. Las arrugas de mi cara habían desaparecido. Escuché entonces a mi madre y uno de mis hermanos y me apresuré a esconder el pelo, como si fuera el cuerpo de un delito. Desde que desperté, rehúyo los espejos.