miércoles, 19 de noviembre de 2003

Persiguiendo fantasmas en la noche

Hoy he visto a mi ex novia. Ha sido en el tren, como de costumbre (debería quejarme a RENFE); ella bajaba y yo subía, pero no llegó a verme. Yo tuve que reprimir el loco impulso de lanzarme tras ella. Quería que me sonriera, que me mirase con esos ojos. Es curioso el poder que aún tiene sobre mí.

Llegué a casa y me senté. Solo. Abrumado por la horrible soledad. Sabiendo que no le importo a nadie. ¿Por qué no me suicidé cuándo hubiera valido la pena? Por simple cobardía, por mediocridad. Porque prefiero ser vulgar y apagarme lentamente, en el olvido, de forma que nadie me recuerde. Y pensé: "persigo fantasmas en la noche". Persigo cosas que no existen y que no puedo tener de ninguna manera. Porque, en realidad, yo soy el fantasma en la noche. Ahí, sentado en silencio, apagada la expresión. ¿Existes si no le importas a nadie? Eso es un fantasma: alguien que quiere existir o que cree que existe, pero no le importa a nadie. Y yo me muevo en el mundo de esa manera: como un fantasma recorriendo los pasillos de una casa vacía. ¿Existimos por nosotros mismos o por los demás? Si estás solo, ¿existes? La soledad es la muerte. La tristeza. Es no ser nada.

Fantasmas que persiguen fantasmas.